Relógio-mandala by Ana Gonzalez |
Él es soberano, es el señor de la humanidad,
de él depende nuestro existir, nuetro nacimiento y muerte. Él es intocable. Él
revela secretos, esconde misterios tan profundos que ni lo mas sabio de todos
los hombres seria capaz de descubrir y entender. Él es el tiempo. Él es el pasado
irreal, viviente apenas en nuestros recuerdos. Él es el futuro dónde viven las
incertezas y esperanzas de realizaçión de nuetros sueños. Él es el presente, el
ahora, lo que no puede esperar, y dónde todo es novedad.
Él juega con nuetra insignificancia delante de su poder de transformar el nuevo en viejo, el día en noche y heridas en cicatrices. Sí él es cruel y avasallador, nos lleva personas queridas sin pedir permiso. Todavía, también es amigo, aunque no lo veamos así. Dueño de la verdad, nada pasa desapercebido a los ojos del tiempo, por esto lo consideramos cruel, porque verdades son casi siempre, sin embargo, dolorosas. Pero, allá de esto, la verdad es sinónimo de liberación.
Sí, culpamos el tiempo por todo que nos sucede, por lo que dejamos de vivir, por las elecciones equivocadas, como se él fuera el causante de nuestras aflicciones, como se él fuera el reponsable por nuestras pérdidas. Y realmente es, mas no de una forma ruín, muy por el contrario; todo lo que él hace es nos enseñar, que mucho más que de él, dependemos de nosotros mismos, de nuestra fuerza interior, para superar nuestros dolores y comenzar todo otra vez.
El tiempo no para, él sigue su camino sin mirar a trás, pues su destino es pasar. Y en su pasaje róbanos la inocencia, la juventud. Mientras, nos deja la experiencia, la historia y frutos, para que el ciclo de la vida se renove a cada día.